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viernes, 28 de junio de 2013

RICHARD MATHESON O LA UNIFICACIÓN DEL TODO (1926-2013)



Es curioso eso de las matemáticas del caos, la bizarra ciencia que intenta establecer patrones simétricos entre eventos disconexos y aleatorios, hasta encontrar una especie de unidad natural en cosas tan ajenas como el movimiento prensil de nuestros pulgares hasta el vagar de las galaxias por el universo. Richard Matheson sabía mucho de ciencia extraña o, aun mejor, se la inventaba. Él mismo dijo que todo el batiburrillo de pseudo-academicismo que encontramos en “El Increible Hombre Menguante” no eran más que tonterías sin sentido. 

Sin embargo, un verdadero creador es el que consigue hacernos verosímil a los legos conceptos marcianos como el de la posibilidad neutrónica y cuántica de que un hombre pueda reducirse al tamaño de un átomo. Para ello comenzó a escribir la historia de este ser genial pero que decide experimentar consigo mismo, y desarrolló el proceso de forma tan creíble que cualquiera de nosotros, que ni somos científicos y además nos seguimos durmiendo ante cualquier tabla de números, podríamos creer que tan estrambótica transformación era posible. Y un verdadero creador –y un contador de historias nato- es también el que, como le pasó a Matheson, se da cuenta de que el planteamiento de su novela (sigo hablando de “El Increible Hombre Menguante”) tiene un comienzo más lento y árido, debido a esa explicación científica que lleva a Scott Carey a poner en marcha su experimento. Así que Matheson decide comenzar la historia “in medias res”, con Carey ya reducido y enfrentándose a todos los peligros cotidianos que esconde su antes apacible sótano. De ahí, en sucesivos y –por ende- cada vez más interesantes “flashbacks” llegamos poco a poco a entender como este hombre ha podido acabar siendo perseguido por su ahora gigantesco gato, entre otras muestras terroríficas de cotidianeidad. A esto se le llama ser un narrador de altura.

"Legend Of Hellhouse" (1973)
Yo mismo confieso que en mi adolescencia sufrí en mis carnes eso de la “matemática del caos” gracias a Richard Matheson, porque de repente comencé a darme cuenta de que casi todo estaba unido a él y a su prosa memorable. Mis primeros escarceos con el maestro fueron todos cinematográficos, empezando por la genial “Leyenda de la Mansión del Infierno” -que yo vi antes que “The Haunting”, así que sigo prefiriendo la incursión “mathesiana” en las casas encantadas, pese a que la obra maestra de Shirley Harrison y Robert Wise estaba primero-, posteriormente leí el libro y me di cuenta de que la película no tenía nada que envidiar a la obra original, pues era tremendamente fiel y algunas cosas incluso funcionaban mejor en el film gracias a una mayor capacidad de sugerencia. Pero claro… el guion de la película también era de Matheson, así que todo quedaba en casa. Descubrí la película en un “revival” noventero de “Mis Terrores Favoritos”, el ciclo que programaba el nunca lo suficientemente reivindicado Narciso Ibañez Serrador. Y de hecho su introducción al film fue sin duda mi primer acercamiento a la figura de ese oscuro escritor y guionista que parecía haber metido mano en tantas cosas. Porque esto solo fue el principio.

 
De buenas a primeras todo parecía estar conectado –como en la teoría del caos-: ¿Ese peliculón –o telefilmón- de Spielberg del que no había oído hablar en mi vida sobre un camión asesino que persigue a un hombre corriente también estaba basado en un cuento de Matheson? (este lo descubrí en el programa de José Luis Garci, ese hombre…) Y ya escarbando me encontraba con sincronías a cada momento. Espera… ¿El mejor relato de la versión cinematográfica de “Twilight Zone”, ese del avión, el pasajero nervioso y el monstruo en el ala también es suyo? Y ya que estábamos… ¿Tantas y tantas historia de la original “Dimensión Desconocida” que yo devoraba en las autonómicas desde los doce años o así, también eran de su propia pluma o adaptaban relatos suyos? Y también descubría hace poco que los monólogos de Rod Serling al principio y al final de cada episodio también eran suyos. Y eso que, en mi opinión, Serling era un buenísimo escritor. En fin, el mundo se empequeñecía. De repente todas las historias que me emocionaban, todas las películas, series, historias cortas, libros… de hecho todo el género fantástico en sí, parecía un parque temático expresamente construido para que Matheson se divirtiera con él. O aun mejor, un parque levantado por él a golpe de máquina de escribir y con unas puertas llenas de telarañas que se nos abrían a nosotros, expectantes mortales y buscadores de emociones fuertes, para que comenzáramos el viaje de nuestras vidas.

Barbara Steele en "El Péndulo de la Muerte" (1961)
Pero un momento… ¿Las películas de Roger Corman sobre Poe también? Eso si que no lo vi venir. Resulta que los guiones de aquellas gloriosas películas de maravillosa serie B que también formaron parte de mi infancia eran suyos. ¡Y qué forma de adaptar lo inadaptable! Matheson agarró unos cuentos que a veces apenas tenían argumento –debido al desarrollo onírico-poético del estilo de Poe- y los travistió en melodramones góticos llenos de horror, diversión y suspense a prueba de bomba. Y encima respetando los toques psicológicos y malsanos que ya se encontraban en las “Narraciones Extraordinarias”, enriqueciéndolos con pura trama envenenada y un sanísimo espíritu “pulp”, todo ello personificado por la presencia y manierismos de Vincent Price. También metió mano al mundo de Dennis Wheatley en la adaptación de la Hammer de “The Devil Rides Out”. Y ya volviendo a la televisión su aportación no se queda solo en “Twilight Zone” –con la que ya se podría haber retirado por la puerta grande- sino que también escribió uno de los episodios más recordados de la serie clásica de “Star Trek”, “El Enemigo Interior”, que deja a las claras la obsesión de Gene Roddenberry por seleccionar solo a los mejores escritores de ciencia-ficción de la época para las aventuras de Kirk y Spock, ya que otros escribas al mando del Enterprise fueron Harlan Ellison, Robert Bloch o Theodore Sturgeon. ¿Y que decir de “Kolchack, The Night Stalker”? Las aventuras de este periodista devenido en detective psíquico comenzaron su andadura televisiva de la mano de dos telefilms escritos por Matheson y después dieron lugar a una serie genial que solo duró una temporada. El primero de los films, el vampírico “The Night Stalker”, acaba de ser recuperado recientemente en DVD con un título estúpido –lo vi el otro día en la Fnac y, honestamente, ni recuerdo que nombre le habían puesto-, pero para mi el mejor es el segundo “The Night Strangler” en el que Matheson ya no adaptaba una historia ajena y pisa el motor del acelerador con una historia llena de originalidad y terror puro.

Tenía que haber más, así que conociendo la faceta como escritor de prosa de Matheson –la primera y más importante-, seguí explorando hasta conseguir leerme mi primera novela suya. Rebusqué por todas las librerías de mi ciudad hasta toparme con “Soy Leyenda” y creo que estaréis de acuerdo en que no pude empezar mejor. El angustioso relato de la guerra privada de Robert Neville contra unos vampiros post-nucleares era una metáfora de cientos de emociones que cualquiera puede experimentar a diario: el aislamiento, la lucha inútil, el miedo a lo diferente, el miedo a ser diferente... todo con una narrativa implacable que es el punto intermedio perfecto entre la ciencia-ficción clásica y el horror moderno, sin aditivos ni concesiones. Uno puede llegar a vivir encerrado en ese libro, igual que Neville en su casa. Por cierto que Matheson también adaptó esta joya para el cine, en la estupenda “El Último Hombre Sobre la Tierra” curiosamente también con Vincent Price en el papel principal. Las otras dos adaptaciones son bastante olvidables, desde la, a pesar de todo casposa y entrañable “Omega Man”, hasta la espantosa horrendez homónima con Will Smith, o como pervertir de forma absurda y conservadora una idea revolucionaria, a pesar de que estamos comparando un libro de 1954 y una superproducción de 2007. Sus cuentos también merecen un trono en la historia del terror y la sci-fi más perdurables, pero el espacio ya se me esta acabando (cuando hablo de Matheson meto la directa y se me va el santo al cielo), así que comentaré brevemente sus dos grandes recopilaciones que aun pueden ser encontradas en castellano: el monumental “Pesadilla a 20.000 pies y otros relatos insólitos y terroríficos” que es prácticamente la biblia de su narrativa breve. A pesar de faltar algún cuento mítico –como el imprescindible “Nacido de Hombre y de Mujer”-, la selección que encontramos aquí es de aupa, incluyendo relatos clásicos y más modernos del maestro. No falta por supuesto el que le da título –que es la desasosegante historia antes mencionada del ala de avión ocupada-, ni incursiones en el vampirismo de tipo psíquico  “Vestido de Seda Blanco”, una obra de arte que pone los pelos de punta- o el relato fantasmal –“La Casa Slaughter”, pieza de corte en principio clásico y que deviene postmoderna con su espeluznante desarrollo-, además de muchas otras obritas en las que prima el espanto mezclado con el humor y algunas notas sociales que no suelen faltar en sus escritos. De todo ello también encontramos cumplida representación en su otra antología capital en castellano y de la que ya os hablé por aqui: “Las Playas del Espacio”.

William Shatner en la adaptación de "Nightmare at 20.000 Feet" en "Dimensión Desconocida" (1963)
En fin, me da rabia recordar esto ahora que Matheson nos ha dejado esta semana, pero hace un año también se marchó Ray Bradbury y en el correspondiente homenaje hice un desafortunado comentario sobre que por desgracia Matheson también estaba ya muy mayor. Y justo un año después ocurre… Bueno. ¿Vale la pena ahondar en el asunto más allá de un Descanse en Paz? Sigue habiendo gran cantidad de obras de Matheson por leer, películas por ver y maravillas por descubrir gracias a su fecundidad. “Nada acaba nunca…” como decía Ozymandias. Así que yo me dedicaré a seguir explorando su ingente legado –intentando unificar ese “corpus” inabarcable cuyas infinitas ondas concéntricas comencé a atisbar cuando era un adolescente-; Y mientras tanto, él probablemente se dedicará a dar paseos junto a Bradbury, allá donde estén, y hablarán sobre la vida, la muerte, el espacio, la belleza, el miedo y la tristeza de la fantasía. Y de como todo esta conectado.